UN PEDAZO DE TIERRA
A Cañuelas, que es como decir: a mis raíces.
Cuando empecé a vivir nadie me dijo
que yo era en ti continuidad de un bosque;
que era en tus viejos troncos en sosiego
el entusiasmo de la rama joven.
Fue necesario el transcurrir de todo
para escuchar tus subterráneas voces.
Fue necesario el tiempo (¡siempre el tiempo!)
para encontrar tus ángeles insomnes.
Ahora que me trepas la memoria
como una enredadera de tambores
vengo a empujar la puerta con que guardas
tu delicada intensidad inmóvil.
Todo el color que asciende a mis palabras
confirma el historial de tus colores.
Todas las formas que andan por mi vida
son formas del amor que tú conoces.
¿Cómo olvidar la pequeñez inmensa
que en el recinto de tu paz se acoge
si yo soy yo porque tu tierra existe,
si porque tú eres tengo yo este nombre?
¿Cómo olvidar tus árboles reunidos
en la liturgia alegre de los montes
si todavía mi niñez les hurga
su corazón, cuajado de pichones?
En tus tranquilos ámbitos poblados
por el astral sahumerio de la noche
la claridad de la primer muchacha
me dio esta luz que llevo desde entonces.
En ti nació mi mar. De ti vinieron
las uvas en sazón de las canciones.
Los arduos ventanales del misterio
se abrieron, sostenidos en tus goznes.
Iluminado por tu hermosa gente,
ungido con tus óleos de horizonte,
pude palpar los vínculos umbríos
que juntan la llegada y los adioses.
Contigo supe la extensión que tiene
la eternidad. Oyendo tus rumores
supe que en un cítara de hierba
cabe el murmullo universal del hombre.
Por tus vehementes ríos enterrados
bajo el verdor feliz que te recorre
llevas el fuego ajado de mis muertos
hacia el sensual principio de las flores.
Aunque congregues todos mis recuerdos,
aunque por ti mis árboles retoñen,
aunque te sienta el cántaro que abreva
la sed de estos intensos resplandores,
no he de pedirle a nadie que te alcance
mis desolados pulsos en desorden
cuando el voraz festejo de la muerte
llene mi voz de pámpanos atroces.
Estaré en ti aunque no esté contigo.
Desde cualquier lugar vendré a tu nombre.
Espérame. Presiénteme en la brisa
o en el temblor de tus constelaciones.
GUILLERMO ETCHEBEHERE
(La lumbre permanente, 1956).
Poema dedicado Cañuelas escrito por el poeta Guillermo Etchebehere (Cañuelas, 1917- Buenos Aires, 1978). Fotografía: Natalia Poledo.
Audiovideo realizado por Juan Manuel Rizzi (voz), Matías “Kekes” López (música) y Natalia Poledo (filmaciones).