Gente entrevista Poesía Sobre escritos

Estampa de mujer que está de más entre el animal y el cielo

Juan Manuel Rizzi.

“Mi estampa de mujer está de más / en la armonía de animal y cielo”.
(Sólo llanura)

¿Cuáles fueron tus primeras experiencias con la poesía? No me refiero a la lectura,  de la que también podemos hablar, sino con la escritura. Cada poeta recuerda algún hito, puede ser un primer poema o no, la observación, la contemplación, alguna vivencia personal.

Yo te diría que mi primer acercamiento a la poesía fue cuando tenía 11 o 12 años. Pero sí está relacionado con la lectura, porque me prestaron la obra de Alfonsina Storni. Iba a una escuela rural, maestras rurales, muy amigas de la lectura en aquella época, años 60, les gustaba muchísimo leer y darles a sus alumnos libros, facilitarles, acercárselos. En el campo donde uno está bastante alejado de todo eso, ¿no es cierto? Si no tenés una biblioteca personal.

Una escuela rural, una escuela comunitaria.

Claro, no unitaria sino de dos maestros. Y la de séptimo me prestó la obra completa de Alfonsina Storni. Me apasionó tanto leer a Alfonsina que a esa edad yo dije: voy a ser poeta. Y empecé a garabatear los primeros poemas ahí, en esa época.

Una poeta particular Alfonsina, en ese contexto.

Y una poeta mujer, claro. Una mujer que tomaba la palabra y era capaz de crear.

¿Vos vivías ahí, en el campo?

Vivía en el campo con mi familia. Nací en Del Carril, pero después mis padres se fueron trasladando a distintos lugares, donde te estoy hablando ahora, que hice la primaria, era un campo de Roque Pérez. A mi papá le gustaba muchísimo recitar, conocía el Martín Fierro de memoria, así que nosotros de chiquitos es como que siempre escuchamos poesía. No había muchos libros en mi casa, pero la biblioteca de la escuela, decía, sí tenía. La colección famosa de Robin Hood, de las tapitas amarillas, todo eso lo leíamos. Pero bueno, a partir de ahí, ya a los 14 o 15 años escribía para una revista de la escuela… Iba acá al comercial y se editaba, la congregación marista tenía eso, era una escuela privada, y nos daba la posibilidad de editar una revistita cada dos o tres meses, una revista interna del colegio.

Ya estamos hablando de Lobos.

Yo vine a Lobos a los 14, el primer año lo hice en Saladillo. Cuando entré en segundo año, colegio comercial, ahí ya, bueno, me largué a escribir más y más, no dejé de escribir nunca, lo que pasa es que empecé a editar de grande, la verdad, muy grande, para lo que editan otros. Pero en general ese fue mi contacto con la poesía. Acá frecuentaba la librería de Pato Lacoste (NdlR: desaparecido por la dictadura militar; Pedernera le dedica un poema), la única que existía en ese momento y Pato me aconsejaba, él era profesor en Letras, además de librero. Me decía esto te puede interesar, esto otro, aquello, y de a poco me fui comprando los primeros libros de poesía, con poca plata. Pato me los reservaba. Los poetas españoles de la generación del 27, y los latinoamericanos, que en la década del 70 estaban en auge. Desde ahí no dejé de escribir nunca, y juntaba mis papelitos, mis poemas, en una carpetita.

Libros adquiridos en la librería de Pato Lacoste.

¿Y tenés material de aquella época?

Prácticamente, no. Uno va descartando, porque decís esto no vale. Esa cuestión de la autocrítica que es tan necesaria que aparezca, porque si no aparece eso, no se mejora nunca. Y además leyendo tenés la obligación de mejorar. Si vos leés poesía cotidianamente, eso es lo que yo insisto muchas veces, en que hay que leer siempre, no dejar de leer a los grandes, ¿no es cierto? Y algunos otros poetas también que son ignotos pero importantes, poco conocidos o que no han tenido la suerte de ser conocidos. Porque eso existe en la literatura. Están los que han ascendido por mérito. Otros empujados por la gracia del destino, digamos. Otros porque hay editoriales que los han catapultado. Y después está la poesía modernosa, muy moderna, que incluso aparece en internet y que tiene sus grandes seguidores. Hay poetas españoles, incluso en este momento, famosos, porque los siguen en las redes. Y vos leés eso y decís, a mí no me satisface…

La poesía de las redes. ¿Los audios o los textos?

Los textos, los textos. A mí no me gusta la poesía adocenada donde vos decís, este autor se parece a otro, y a este otro. Parece que fuera un mismo discurso. Como que no podrías desprender uno del otro. Yo creo que cada escritor tiene que tener su estilo. Lograr un estilo, es trabajoso. El estilo es trabajoso. Nace, creo, de la necesidad. Porque también veo mucho esnobismo en literatura. También veo eso. Entonces, qué sé yo. La poesía es una cosa muy difícil de explicar, de por qué surge la necesidad. Pero la necesidad siempre viene de la carencia, ¿no? Me parece a mí. La necesidad de expresarte siempre viene de una carencia que tenés.

O del deseo.

Sí, o del deseo. Del deseo que también es carencia. Entonces ahí no podés mentir, en poesía es muy difícil mentir, porque es como que quedás al descubierto. Yo siempre pienso en la necesidad de ser auténtico, más allá de cualquier otra cosa, ser auténtico, no quedar bien con nada, sino con vos mismo. Me parece que ese es el valor de la escritura.

Con respecto a tu primer libro, uno ya piensa, en ese primer título Hay que morirse menos de distancia, que después es contundente en Pampa Mar, el paisaje. Aunque no lo lea, solo con el título y la tapa, uno puede imaginar dónde vivís. Piensa en la inmensidad de la llanura. En un ciudadano, en cambio, esa distancia puede ser la del amor. Es tu infancia, tu vida, ¿es consciente, cómo entró en tu obra?

La verdad, no sé, creo que sí, hay un poco de todo, porque sí, gran parte de mi vida la pasé en el campo, entonces el paisaje se te mete.

Sin ser una poesía paisajista la tuya.

Exactamente, sino que es como que lo incorporás, lo incorporás a tu vida de una manera, no sé si consciente, o natural. Natural, porque tiene que ver con distancias reales. Distancias que presuponen la soledad también, claro. Presuponen la falta de la que hablábamos, incluso.

Siempre es distancia con otro, no sabemos ese otro qué es, pero siempre es eso, ¿no?

Exacto, hay siempre algo por recorrer que no se recorre, o que se recorre pero no llega al encuentro, a la completud.

Bueno, me adelantaste un tema, la soledad y el abandono, aparecen permanentemente en tu poesía, hay pocos poemas donde no aparezcan… salvo cuando elegís algo para desarrollar, y aún así podrían aparecer. Ahora para entrar en cómo -hablamos un poco pero pasamos-, cómo construís el poema, decís que corregís, decís que tuviste autocrítica desde el principio, hasta publicaste en 2004. A ese primer poemario de 2004, ¿cómo llegás? ¿Te gustaba a vos, alguien más te impulsó?

Bueno, hubo un poco de todo, claro, porque yo no me tenía mucha confianza en la publicación, no tenía o no había tenido la oportunidad. Quienes vivimos lejos de las grandes ciudades es como que siempre estamos pensando, ya en la metrópolis, que ahí se publica, ahí se conocen las obras, los autores, que hay mayor posibilidad y que acá en el medio de los pueblos es más difícil. Pero yo tenía la idea de publicar a partir de los 35 o 40 años. Estaba muy urgida por el trabajo, trabajaba mucho en escuelas, aunque nunca dejé de escribir. No dejé que me abrumara, la poesía es una respiración. Hubo dos o tres personas que me leyeron, una de ellas que merecía consideración desde el punto de vista literario, Susana Soba, poeta de Saladillo. Ella hizo el prólogo de mi primer libro.

A ella la leí en una antología que hizo Las Heras para la Región de Las Lagunas. Me sorprendieron sus poemas largos. Una antología linda y rarísima, con un prólogo en primera persona no firmado, del Secretario de Cultura seguramente. ¿Ella es la que donó su casa para museo?

Sí, ella donó su casa al municipio.

¿Y estás conforme con ese primer libro?

Sí, no tengo grandes críticas. Dije, lo tengo que hacer, pero que haya la cuestión mínima del cuidado del lenguaje y la forma.

¿Corregiste o corregís mucho?

Corrijo, saco mucho. Por eso muchos poemas a veces me quedan por la mitad. Soy muy crítica en no sobreabundar.

Con los poetas Jorge Boccanera y Guillermo Bianchi en Lobos.

A mí me llama la atención que tu poesía evoluciona a poemas casi todos de la misma extensión. Y es como que ahí encontraste una forma, sin querer quizá, también al ir eliminando la rima. No tenés poemas largos. Llegaste a una síntesis.

Siempre he buscado la síntesis, porque me parece que la poesía debe tender a eso. Eso sí me lo he propuesto. Así como hay otras cosas que no me he propuesto y salen. Y a la rima trato de evitarla, pero si hay un poema que se empecinó en estar rimado y veo que va, que funciona, yo digo ¿por qué no?

Y eso de evitar la rima ¿lo aprendiste vos, te lo dijo alguien? Es muy contemporáneo.

A mí me gusta la contemporaneidad, sí. Mis libros tienen bastante del caudal digamos clásico, de lo que he leído de lo clásico. Y el lenguaje poético de los españoles, más de uno me lo ha dicho a eso.

¿A qué llamás clásico? ¿Al Siglo de Oro?

No, al siglo XX. Aunque nunca fui imitadora, no me atrevería a escribir como García Lorca por ejemplo, que me encanta. Lo más parecido a un romancero que me salió es Balada de la habladora, pero ya digo, sin intentarlo, no, ni de cerca. Me gusta la contemporaneidad, me gusta Vallejo, me gusta lo inimitable. Cada uno tiene su estilo. Al estilo hay que buscarlo. Si no todo se diluye.

A veces el estilo está y se trata de reconocerlo.

Claro, uno tiene que ser, vuelvo a la palabra, cuidadoso. E insisto con lo auténtico, aunque sea simple, pero tuyo, siempre personal, puede ser la poesía más objetivista que exista, pero va a tener tu sello. Yo no creo en las cosas, en las descripciones y nada más, siempre está el alma del poeta, en lo que ve, en lo que observa, en todo, el alma del poeta está siempre.

Sin embargo vos tenés una forma de decir que es muchas veces impersonal.

Ese es el arte de la poesía.

O un yo que se crea para la obra.

Ah, claro, yo creo en la ficción dentro de la poesía. Claro, claro, la poesía también es ficción.

Justo hojeaba este último libro (Aliento de lobo, Luminosa ediciones, 2022) y pensaba en la imposibilidad de que haya lobos en Lobos, y al mismo tiempo que no está tan lejos de un perro salvaje, y que juega con el origen del nombre del pueblo.

Sí. Al aliento de lobo yo lo veo como lo que te persigue siempre, no diría el destino, porque eso es una cosa mucho más, no sé… Pero hay cosas que te siguen, hay ferocidades, que te están persiguiendo constantemente, a veces las ves, a veces las ves llegar y sentís el retumbo, como dice uno de los poemas, pero que no tenés la piedra para espantarlo. No tenés a mano la piedra para poder espantarlo, llega igual.

Más allá de la profundidad, del estilo que hablábamos, me gusta que tu poesía surge siempre de un espacio vital. No sé si porque te conozco, pero es la llanura, un pueblo, Lobos, el mismo lobo que decíamos. Hay poca abstracción, están presentes lugar y persona. El aliento que te persigue que puede ser el destino, el poema, o vos misma…

Sí, la misma poesía, ¿no? Es un chacal.

…Luego el paso del tiempo, la temporalidad, lo que hablamos de las distancias, no es un tiempo cronológico, sino un tiempo nuevamente de espacios, por decirlo así. De abandonos, de espacios que se abandonaron, o de lo que vos decís, de carencia. Y el pueblo, que en este libro lo vuelvo a leer, el pueblo frente a la ciudad, pero también siendo solo pueblo, como lugar de desamparo en medio de la llanura.

Bueno, yo soy del pueblo, pero también soy otra. Totalmente, y sí, así como le contesté a Cavafis por la ciudad, vuelve esa idea, ¿no? Cuando llegué acá a Lobos sentí como una cuestión… que no estaba en el lugar, no estaba en mi lugar. Siempre estaba como en otro lugar. Pero no es por Lobos… es un problema de los pueblos chicos, de las pequeñas ciudades. Así como las grandes ciudades tienen sus contras, ¿no? Tienen su pro, que es el anonimato, en muchos aspectos es bueno. Y tienen la cuestión de la soledad absoluta. Porque acá, por ejemplo, ahora, qué sé yo, recibo un llamado que me dice vení a tomar el té, ahora dentro de un rato. Y voy. Y ahí estoy cortando la soledad. Ahí estoy tijereteando la soledad, ¿no? Bueno, es un recurso importante tener la proximidad de alguien que me invita a tomar un té y que sé que mi tarde va a ser más corta, por lo menos la soledad de esta tarde va a ser más corta. ¿No? Y qué sé yo, a lo mejor en una gran ciudad eso pasa menos, aunque no necesariamente tenés que estar aislado porque vivís en una gran ciudad. Claro, podés tener amistades y demás, pero acá es como que, bueno, digo, dentro de 40 minutos voy y listo. Pero me parece que en muchos aspectos el pueblo recorta cosas. Se sumerge en un tiempo distinto, un tiempo más extenso. Bueno, y después la cuestión prejuiciosa, terrible, eso también, tremendo. Yo he tenido que luchar contra todo eso. Y creo que en mi obra aparece. Yo he tenido que luchar en los trabajos, en las relaciones, en todos lados.

¿Y la docencia como ámbito social cómo resultó?

Si hay un ámbito donde yo me sentí realizada fue en el trabajo. A mí me gustó mucho dar clases. Las das con adolescentes sobre todo, y la relación con chicos no es con pares. Yo iba a la escuela. Me concentraba en mi trabajo, me encantaba dar clases. Pero era del salón para adentro. Y después, viste, toda la parte social y burocrática y demás de la institución. Nunca le di bolilla. Porque me gustaba mucho la docencia. Siempre me gustó enseñar. Me apasionaba. Nunca dejé a mis alumnos al garete…

Me contaron que eras bastante exigente.

Sí, era exigente. Siempre expliqué como correspondía. Por eso era exigente. Porque yo me brindaba, pero con todo. Me brindaba con todo. Yo dejé mi alma en la escuela. Y era, creo, muy justa. En el sentido de que le daba muchas oportunidades a mis alumnos. Muchísimas. Se llevaban pocos la materia. Porque yo explicaba mucho. O sea, les masticaba la materia. Por eso les terminaba gustando la Historia. Que es casi un oxímoron. Porque vos, fíjate, a los chicos no les gusta la Historia. Les parece tediosa, ardua. Ellos me dicen, ay, Anita, a mí me gustó la Historia. Me encuentran y me dicen eso. Y bueno, por lo menos no pasé, por la escuela así, como quien dice, para repetir la vieja historia…

Libro de la poeta adquirido en la librería de Pato Lacoste.

Nombramos al pasar, algunos poetas. ¿Qué poetas o poetisas leés? Bueno, a Olga Orozco no le gustaba que le dijeran “poetisa”…

 Claro. Es cierto. Bueno, sí. Olga Orozco me parece una poeta impresionante. Poco leída. Y no es una poesía tan hermética, como la de Alejandra Pizarnik, por ejemplo.

Sí, una vez me dijiste que Pizarnik no te gustaba porque te parecía una “poesía psicológica”. Sin embargo es más leída que Orozco.

Bueno, ahí está el esnobismo para mí. Esa cuestión del beneplácito.

Quizá sea la vida que llevó.

Eso es totalmente injusto. Un poeta debe ser valorizado en su obra. Independientemente de su vida y su tragedia. Lo que pasa que a veces la tragedia tira más. En Alfonsina no pasa eso. O no tanto. En Alejandra me parece que tira mucho, mucho…

Volviendo, ¿con qué poetas te sentís en casa leyendo?

Y, hay muchísimos. Por ejemplo, la poesía de Rosario Castellanos me apasiona. La poeta mexicana, excelente, poeta eximia del siglo XX. Para mí una de las mejores poetas latinoamericanas. Me gusta más que Gabriela Mistral, por ejemplo. Y Alfonsina, que tiene distintas etapas porque viene del modernismo, digamos, y desemboca en Mundo de Siete Pozos, que es extraordinario. Ah, que es una cosa rarísima, disruptiva. Y después me gustan montones. Blanca Varela, de Perú. Me gusta Ida Vitali, de Uruguay. Me gusta Idea Vilariño. De una simpleza, pero muy cuidada, Idea. Bueno, y hay argentinas. Por supuesto. De los hombres, bueno, Vallejo me parece… viste que a Trilce, dentro de la obra de Vallejo, es el libro al que le rinden honores absolutamente todos, desde los lingüistas… Pero a mí me gustan más los Poemas humanos

Sabía que ibas a nombrar ese…

Poemas humanos es una cosa, no sé cómo decir, porque entras ahí en un mundo, impresionante. O sea, sigue teniendo la riqueza de Trilce, pero hay más…

Y hay más prosa también. La poesía está más liberada de ataduras, de decir “esto es un poema”. Eso también lo noto en vos.

Sí, sí, libertad, pero siempre con ritmo…

Y en tu poesía hay giros propios de la narrativa.

Claro. Eso es porque también, vos sabés, tiene mucho que ver, a mí me gusta leer cuentos. Sí, claro. Y salgo enriquecida cuando leo narrativa. (NdlR: en 2011 la autora obtuvo el Primer Premio en Cuento en el IX Concurso Internacional Hespérides de la ciudad de La Plata).

A ver, tengo acá, leo al azar: “Debería intentar/, ver si la pátina de imperfección/ que me recubre/ es del grosor insalvable que supone…” Hay una dirección y una fuerza en la descripción que podría tratarse de un personaje. Ahora, cuando ya empiezan las repeticiones y el ambiente de la metáfora uno sabe que está en un poema. ¿Querés leer alguno?

Bueno, dale.

TROTE

Siempre he escuchado el retumbo del trote
y me he metido en mi propio interior
para salvarme.
Las fauces no se ven, viene mordiendo,
todo lo que encuentra ya es despojo.
A veces es posible
presentir su jadeo a unas leguas de aquí,
pero cuidar el cuello será en vano.
Saber que va a venir, que viene y llega,
sentir la yugular que pulsa ansiosa
y no tener a mano la piedra que lo espante.
Siempre escuchamos el retumbo del trote
y nos metemos en el propio interior
para salvarnos.

Y otro, si querés.

AULLIDOS

De la vida, que es fiera soberana,
me llegan sus aullidos.
A un tramo del invierno me aguarda encarnizada
y mi rastro sangriento
la ceba y envilece.
Le alargo mi ingenuidad con esta mano
para que coma un poco y deje de importunar.
Para colmo, no aparece ni una silueta humana
con voluntad de ayuda
en el envés oscuro de la calle.
Es claro, nadie está obligado
a espantarle la bestia a su vecino;
nadie vino aquí a hacer conteste
ni a jugarse su carne por la mía.
Pero no sé por qué
busco el abrazo y a veces me parece
que está cerca.

Bueno, es lo que hablábamos hoy de la distancia, ¿no? De que siempre hay alguien… el abandono, ¿no? Alguien que no llega. A ver si hay otra… No, porque mucho ya me lo fuiste contando. Después voy a ver cómo lo armo. De Lobos no te voy a preguntar, ya me contaste.

¿Del lobo?

De Lobos.

Ah, sí.

Conversación en la ciudad de Lobos el 4 de enero de 2023.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *