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Empalme Lobos: El territorio teatral

Empalme Lobos: La conversación sobre el territorio

Juan Manuel Rizzi.

El teatro no ocurre en el escenario, el teatro no ocurre para un público: el teatro es entre ambos. Dada una dramaturgia –si la hubiera-, y la emisión de gestos (escenografía, voces, respiraciones, palabras, movimientos) hacia un público, se fabrica el puente de doble dirección del sentido, se produce el teatro. El teatro como fenómeno único en un tiempo presente, decir único quiere decir que ocurre esa sola vez, decir un tiempo presente es hablar de un tiempo cronológico pero único también, que no se parece a otros, donde esos gestos se contraen y expanden y son el verdadero tiempo de la obra, y la obra es lo que ya dijimos que es el teatro. Por algo decimos “fuimos a ver una obra”, etc.

De alguna manera Empalme Lobosla Empalme Lobos que vimos en Cañuelas- plantea una relación análoga entre la conversación y el territorio. Al igual que el público y los actores, separados, en algún momento se tocan para transformarse. La primera separación es la propuesta escenográfica del viaje en bicicleta, que además presentará su potencial dramático, regulador aparente de los conflictos entre los personajes, un otro tiempo de la conversación entre los tres que sucede de manera casi ininterrumpida durante toda la obra. El viaje en bicicleta, con sus paradas, es la conversación que se produce sobre un territorio y no en el territorio. (Escribimos acá sobre en su sentido de cubrir o deslizarse y no como versar sobre).

La obra del 6 de septiembre, el teatro, ocurrió en Cañuelas en la reinauguración teatral de la vieja sala de la Sociedad Italiana, y estas líneas se escriben desde Cañuelas. El autor, Miguel Montes, vive en esta ciudad hace varios años. Empalme Lobos se compone de tres personajes masculinos, que rondan los cincuenta años, porteños los tres, quienes emprenden un viaje recreativo de Cañuelas a Empalme Lobos por caminos de tierra. Uno de ellos, Pedro, ya es cañuelense por adopción y guía de sus amigos, de algún modo.

Empalme Lobos en la Sociedad Italiana de Cañuelas.

Lo primero inevitable es la evidencia que, en estos viajes en bicicleta y por esos parajes, los lugareños o los mismos bikers no conversan copiosamente como los personajes. Hay algo de lo agreste o la tranquilidad del paisaje que se impone, silencio o pausa. Ya veremos cómo la dramaturgia de Montes da cuenta pese a este desfase, o justamente por este.

En esta obra, como en tantas dramaturgias, del lenguaje importa más su efecto coloquial que poético, este último se producirá por la particular densificación en la recurrencia de la conversación entre amigos, libre, imparable, impiadosa. Emiliano, el exitoso, Ariel, despreocupado bromista y conciliador barrial, y Pedro, el hospedador, introvertido, cuya historia develada es la misma obra.

Los personajes van como sobre la cinta transportadora de sus bicicletas, sugerimos, recorriendo el territorio. Pedro es quien trae, pedaleada a pedaleada, la verdad del subsuelo, o meramente del suelo. Para los otros dos todo es comparación, medido por sus hábitos urbanos: el porro, la picada, las tetas de la gringa objeto de conversación sin sujeto. Es que Empalme Lobos es sobre todo la comicidad que provoca la separación con los hechos del paisaje: el olor, con que abre la obra, a los criaderos de pollo; la pureza que el urbanita espera encontrar en el campo. La palabra potrero que se confunde con chiquero, la mulita extravagantemente atropellada que llaman “bicho bolita gigante”, la misma noción de empalme, cuando Emiliano tiene que recurrir a sus viajes en avión para comprenderla. Y son las estaciones, con el paso real o evocado del tren, que producen un congelamiento de las escenas que dan lugar a las revelaciones.

El tren, viejo recurso, antiguo deslizarse ajeno como el lenguaje al territorio, y los perros distintos e iguales a los de ciudad, allí donde descubrimos que lo cómico era tragicómico, hasta la explosión/implosión final entre dos de los personajes.

La mirada porteña es una mirada posible sobre las “cosas del campo”. Con ella descubrimos contradicciones que ya estaban ahí, el “gauchochino” que atiende el almacén en Uribelarrea, la misma cerveza mala de los supermercados urbanos, en definitiva el mismo mundo del consumo turístico del que muchos de estos pueblos viven.

Empalme Lobos es todo este mundo en movimiento. También el de las masculinidades, que a veces se quedan en estaciones sin empalme o donde esperan trenes de una era dorada de un país en paralelas de resistente hierro.

Empalme Lobos en Instagram.

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