Narrativa Sociales

El futuro que esconde el cañaveral

Agustín Sosa.

Los combates que más importan —me dijo Megafón— nunca salen a la luz del mundo, ya que permanecen en el subsuelo de la Historia… Yo, en tu lugar, buscaría en el pueblo la vieja substancia del héroe. Muchacho, el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria.

Leopoldo Marechal: Megafón, o la guerra.


Mi hermana menor vivía en un pueblo muy chico de la pampa bonaerense, yo había llegado a su casa porque estaba enferma y necesitaba atención. Llegué en el mismo momento que la atención médica domiciliaria. Mientras todo ocurría permanecía en contacto con Juan y Nicolás, estábamos por encontrarnos.
La casa quedaba en los bordes del pueblo, se veía una vía, un alambrado de pocos hilos y contra este, pero bastante lejos, un cañaveral.
Con menos hilos todavía, a la altura del cañaveral, el alambrado daba paso, y en una de esas que yo andaba afuera de la casa, veo de costado que de aquel paso sale un pibe en bici, con camiseta trucha de Argentina, pantalón corto y una escopeta apoyada en el manubrio.
Pienso que habría ido de caza, pero enseguida sale otro pibe, también con camiseta de Argentina y también con una escopeta.
Salen un montón, varias decenas, asedian el pueblo, yo también agarro una bici y una escopeta y salgo, intentando confundirme entre ellos y así poder saber qué estaba pasando. No cierro la escopeta, la llevo abierta, es chica, del 20, doble caño yuxtapuesta (como las prefiere mi viejo), el llevarla abierta y con miedo me hace perder los cartuchos varias veces.
Se concentran en una esquina, asustan, no lastiman. Son seguidores de Milei.
En un cierto momento hablan de que se tienen que ir, se les hace tarde, tienen que trabajar.
Escucho de qué trabajan: peones, parqueros, repartidores…
Estoy en la casa nuevamente, sigo tratando de coordinar un encuentro con mis amigos, mi hermana me dice que haga mis planes, que solo necesita descansar.
En la esquina de la casa pasa algo, hay tumulto, un hecho de inseguridad, voy, la policía no deja pasar, fue en la ferretería. Me pongo a charlar con otros, que, como yo, quieren saber qué pasa.
Pienso en los peones, parqueros y repartidores, deseo que no haya sido ninguno de ellos protagonista del quilombo.
Me enojo con los otros observadores, les digo que en el futuro de los peones está lo nuevo que debemos construir y que, si hoy los convoca Milei, es porque nadie, desde hace muchos años, los convocó a nada, ni siquiera a tirar una piedra por ellos mismos.
Me despierto, llega mi mujer y mi hija. Estoy confundido, angustiado, traccionando pensamientos de forma muy pesada, diviso una certeza: hay dos batallas, la celestial y la terrestre, como lo anunció Megafón.

Imagen: tapa de la primera edición de Megafón, o la guerra (Sudamericana, 1970) de Leopoldo Marechal.

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