Artes visuales Narrativa Sociales

Silencio y voces cañuelenses y catanenses

Por Nicolás Cornador.

El sol cálido que da salud y el buen arte albergaban las intenciones de pasarla bien el sábado 12 de diciembre. Había pasado un año desde la última reunión cafetera. De a poco fueron llegando las pinturas que iban a exponer los artistas de CEA (Cañuelas en el Arte), como aventajando la carrera por el buen gusto al que nos tienen acostumbrados los expositores de cada edición del Café Literario “Silencio y voces”.

El patio del Instituto Cultural nos había recibido con los brazos y el sol abierto, en el marco de la Feria Municipal del Libro, organizada por la Municipalidad de Cañuelas. Nos fuimos instalando (sonido, apreciación del lugar, etc.), como para que nuestros pies se acostumbrarán a la tierra del lugar, y así ser los mejores organizadores que pudiéramos. El subsecretario de Cultura, Leo Parigi, abrió la “ceremonia” con un discurso dándonos a todos la bienvenida y deseándonos que tuviésemos una buena estadía en ese día. Las empleadas del Instituto nos ayudaron en todo momento (¡Gracias!).

Presentación de Aprender no es cuento (Editorial Luvina) de Mario César Fernández.

Para este evento había pautadas dos presentaciones de libros: Aprender no es un cuento, de Mario César Fernández, de Cañuelas; y El lugar feliz y otros cuentos, de la escritora de González Catán, Melisa Osuna. Ambos títulos son primeras obras publicadas por dichos autores. A Mario le tocó dar inició a la actividad estrictamente literaria, con su presentación, secundado por Claudia Cortalezzi, quien lo ayuda a formarse en el taller de narrativa que tiene a su cargo. El libro de este escritor aborda temas de la vida cotidiana (y de su muerte), a veces con un toque risueño, por medio de cuentos, reflexiones y poesías. A su presentación le siguió la de Osuna, quien comentó que su libro parte, para su contenido, de los lugares que le tocaron vivir desde niña en su ciudad, González Catán. (¿La escritura tiene el peso de los pasos de nuestra niñez o de la muerte?) Este tiene relatos sustentados por situaciones verídicas, y otros son ficcionales, pero mencionándose, en estos, los antedichos lugares. Hubo lecturas variadas, como siempre. Al evento asistieron personas de Las Heras, de Monte Grande, Cañuelas, etc. Y cantó, como nos tiene acostumbrados, Sandra Cherutti, coorganizadora del Café. Una canción, junto a Rodolfo Horacio Vogt.

El sol bajó y llegó la noche y, con ella, las luces artificiales. ¿La escritura es más como una luz artificial o como el sol y la luna? ¿La naturaleza de los artistas se prende y se apaga dando lugar a las producciones o está siempre presente? ¿La magia del arte es más oscura que lo normal o más brillante? Solo sé que estoy muy agradecido, como organizador, a cada uno de los concurrentes, y a la comprensión universal que nos tiene tirando para el mismo lado. ¿La escritura enceguece por su esencia para hacernos más fuertes en nuestra sensibilidad? ¡Gracias!

Pintores expositores en esta edición: Teresa Noemí Domínguez, Marcela Lastra, Mabel Salgueiro, Natalia Soria de Barcia, Ariel Benevento y Claudia Colombo. 

Organizan el Café Literario “Silencio y voces”: Sandra Cherutti, Claudia Colombo, Susana Frasseren y, quien les escribe, Nicolás Cornador.

Natalia Soria de Barcia y una de sus pinturas.

El lugar feliz
De Melisa Osuna*

La ruta se volvió luz. La tarde era gris, cerrada, la lluvia caía copiosamente, sin piedad sobre el parabrisas. El permanente movimiento pendular de las escobillas tenía un efecto hipnótico en mí. Se escuchó una frenada violenta y sobrevino el silencio.

Al despertar de ese sueño horrible en el que la confusión se volvía caos, frío y temor, todo estaba en paz. Era una tarde apacible de verano, de esas en las que el zumbido de los ventiladores parece un ronroneo constante y el aroma dulzón de las uvas maduras empalaga el alma.

Me encontré de pie en un recuerdo. El piso desparejo de vainillas, el ladrido lastimero de una pobre perra vieja, atada a una cucha, la lotería del día anunciada en una radio AM, el trajinar del trabajo, y el mate de la tarde.

Como espectadora observé una escena típica de infancias pobres pero felices. Mi joven madre cebaba mate, mis abuelos hacían una pausa en la labor diaria, y mi bisabuela -depositaria de mi admiración-, coronaba la ronda con sus dones de mando y sus buñuelos de banana recién hechos. Parecía el más bello de los recuerdos, un sueño de los que nos persiguen afablemente haciéndonos revivir una y otra vez los momentos felices. Pero no.

Observé mis manos empequeñecidas, suaves, sin el desgaste de los años. Me sentí diminuta frente a los demás. Dicen que nuestro destino es el lugar donde fuimos felices. No hubo lugar en el que fuera más feliz que en la casa de mi abuela.

Ahí estaba, justamente detrás de las escobillas que habían dejado de oscilar, mi inexorable destino. Había vuelto a ese rincón feliz de la memoria.

*Melisa Osuna es periodista, Licenciada en Comunicación Social y docente, nacida y criada en González Catán, donde vive. Luego de participar en varias antologías, en el año 2019 fue finalista en el concurso literario “Disidencias” organizado por la Municipalidad de La Matanza. El lugar Feliz es su primera obra, compuesta por veintidós relatos que se desarrollan en su lugar natal.

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